Para Pablo, su herencia judía era algo mucho más importante que su lugar de nacimiento o su ciudadanía romana. Cuando, desde su perspectiva cristiana, recapitula los valores naturales de los que antes se enorgullecía, escribe: “circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley fariseo…” (Filipenses 3:6). En este texto en que presenta su procedencia como “del linaje de Israel”,
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